Sirio
López Velasco
ALIAS ‘ROBERTO’
-DIARIO IDEOLÓGICO
DE UNA GENERACIÓN-
Para Carolina
y Sirio Roberto, deseándoles que
sepan gozar
las tentaciones y vencer a la
tentación
Je sème à tout vent
(Inscripción de algunas monedas de Franco
francés en los años 70)
ÍNDICE
Página
Introducción y Advertencia
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5
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PARTE I - Tiempos de juventud y exilios
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7
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Primeras palabras
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8
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Tiempos revueltos (Uruguay 1969-1972)
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20
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El primer exilio (Chile 1972-1973)
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45
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El segundo exilio (Cuba 1973-1976)
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56
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El tercer exilio (Bélgica 1977-1985)
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67
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PARTE II -
Tiempos de madurez y perseverancia
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107
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Tiempos de cátedra: Filosofía y Educación
Ambiental (1986-2007)
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108
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Tiempos de esperanzas, advertencias y
decepciones electorales (1999-2005)
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158
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En el filo de la navaja: buscando
alternativas poscapitalistas (a partir de 2006)
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192
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INTRODUCCIÓN Y ADVERTENCIA
Lo
que sigue es una lectura de un período histórico de 40 años que se abre en
1968, tan rico y sobre el cual hay tantas lecturas diversas posibles, aunque el
ángulo de enfoque sea tan estrecho como lo es el de una memoria individual del
pequeño Uruguay (que no pierde su pequeñez cuando se ensancha en el exilio).
Por eso “confieso”, en singular, mis sueños y decepciones. Toda otra lectura
será bienvenida, para enriquecer y superar la parcialidad de la nuestra.
Sirio López Velasco
Abril de 2007
ALIAS ‘ROBERTO’
-DIARIO IDEOLÓGICO
DE UNA GENERACIÓN-
PARTE I
TIEMPOS DE JUVENTUD Y EXILIOS
PRIMERAS IDEAS
Porque todos los días sucede que mucha gente amanece
transformada en un gran insecto (con perdón de los insectos) y porque no me
gustaría que eso me o les sucediese a ustedes dos, escribo lo que sigue. Se que
es muy posible que quizá todo ya esté escrito, y también que lo que más importa
es vivir; por eso Borges me da infinita pena cuando dice que no tuvo tiempo de
vivir porque había leído-escrito (la misma pena que sin duda sentía Neruda al
confesar que había vivido), aunque mediante el aufheben hegeliano podemos vivir-leyendo. Ahí está la advertencia
de Lermontov: “ Es posible que mañana muera, y en la tierra no quedará nadie
que me haya comprendido por completo. Unos me considerarán peor y otros mejor
de lo que soy. Algunos dirán que era una buena persona; otros, que era un
canalla. Pero las dos opiniones serán igualmente equivocadas”. Allá la letra
perfecta de Sábato: “El pobre Bill yendo de voluntario a la RAF, ahora sin piernas,
quemado mirando pensativo por la ventana
que da a la calle Morán; ¿para que los empresarios alemanes, muchos de ellos
nazis o criptonazis, terminaran haciendo buenos negocios con los empresarios
ingleses, durante exquisitas comidas, con amables sonrisas. Terminaran haciendo
negocios? ¿Pero aun en plena guerra no había colaborado con Hitler la ITT?¿Y la General Motors no
le había vendido subrepticiamente motores para tanques? Claro, cómo no admirar
a Guevara. Pero sorda y tristemente algo le murmuraba que en 1917 la Revolución Rusa
también había sido romántica, grandes poetas le habían cantado. Porque toda
revolución, por pura que sea, y sobre todo si lo es, está destinada a
convertirse en una sucia y policial
burocracia, mientras los mejores espíritus concluyen en las mazmorras o en los
manicomios. Sí, todo eso era amargamente cierto. Pero el acto de enrolarse en la RAF había sido absoluto,
incontamindo y eterno: ni uno ni mil fabricantes de conservas podrían
arrebatarle a Bill ese diamante. Qué importaba, entonces, lo que un día podía llegar a ser
cualquier revolución. Más aún
(pensaba con asombro, recordando a Carlos torturado no ya por Cristo o Marx
sino por Codovilla): ni siquiera importaba que la doctrina fuese verdadera. El
sacrificio de Carlos fue un absoluto, la dignidad del hombre se salvó una vez
más con su solo acto. A pesar de haber sido un iluso, y precisamente por
haberlo sido, Carlos rescataba a la humanidad
entera del cinismo y del acomodo, de la bajeza, de la podredumbre. Ahí iban los
dos. Al lado de aquél tímido aristócrata que renunciaba a los privilegios de su
clase, iba el otro, esmirriado y humilde. Quizá a morir por alguien que un día
habría de traicionarlos o defraudarlos”. Quizá todo ya está escrito. Pero la
misma fecha de San Juan que es incógnita al fin del cervantino “Entremés del
Juez de los Divorcios” se aclara pocos minutos después en las “Confidencias
hechas a Bruno”, de Sábato. Y antes, como yo y a miles de kilómetros, Antonio
Muñoz Molina en “Sefarad” había adivinado la geometría de los senderos que se
bifurcan en el juego de los “si”; que es el de la bala que pasó exactamente a
la altura de nuestra cabeza en el momento en el que nos agachamos a atarnos la
bota; o el del malón militar que atacó el ómnibus que, a pesar de loca carrera,
no pudimos tomar, porque al vestirnos un botón de la camisa se negaba a entrar
en el ojal. Los “si” van de la mano con las coincidencias y las diferencias.
Porque Muñoz Molina no entendió a Sábato o porque no se dio cuenta de que si es
dramático el “Club de los inocentes” de Münzenberg (tropos tan bien rentabilizado por los cómplices del capitalismo),
más lo es el “club de los insectos gigantes”; porque quien sabe ni Sábato se
siguió a sí mismo; por eso, y aunque quizá todo esté ya dicho, en aquella
inusual mañana lluviosa de mayo en Madrid y a pocos metros de la avenida que
lleva el nombre de Neruda, me vino la idea inicial de decírselo a ustedes dos a
mi modo, (después que haya churrasquiau, diría Fierro; y ahora se darán cuenta
que lo que vivimos, es, por lo menos en parte, lo que leemos); he llegado a los
cincuenta y es hora de empezar a hacer balances y testamentos; de ideas y
luchas, claro, porque el resto es papel mojado; y que ojalá no sean las
últimas, claro, porque eso significaría que la vida se ha acabado. Empezando
por el fin, porque el suspense a esta
altura no tiene cabida: la tentación es “dejarlo todo como está”, como lo
quería Wittgenstein de su “segunda filosofía”, sin sospechar que desde siempre
quiso lo mismo la filosofía de barrio con el “¡no te metás!”. En su versión más metafísica la
tentación consiste en pensar, ubicándose en Sirio, que todo lo que le ocurra a
la humanidad será nada en algunos millones de años y que en la eternidad eso no
es ni un segundo y no merece preocupación. Sobreponerse a ella es “sentir en la propia mejilla el
golpe dado a...” cualquier agredido.
Luchando contra la autocensura, que también es
parte de la tentación, me acuerdo de Roberto.
En la televisión hablaba en el 2002 un grupo de
señoras españolas, empresarias las unas y empleadas las otras, y el tema es la
eventual discriminación de la mujer en el trabajo; una empresaria le dice a una
gordita taxista que si es empleada es porque ella lo ha elegido y ésta le
responde muy rápida que ella no lo ha hecho, y sí las circunstancias; una
camarera madrileña se pregunta por qué en su profesión las mujeres son
obligadas a llevar minúsculas faldas mientras los hombres usan pantalones ( y
yo pienso que hacía nada más dos días un Fiscal había sido relevado en un
juicio en Ponferrada por acoso sexual, después que, atacando a su acusadora,
dejó ver con insospechada transparencia el machismo ancestral en su versión
capitalista al decir que esa mujer “no era una cajera de supermercado a quien
le tocan el trasero y tiene que aguantárselo porque en ello le va el pan de sus hijos”); otra dice que lo que está en
juego es el poder porque mientras los hombres decidan, las mujeres serán
discriminadas. Pienso que me llevó muchos años llegar a la idea de que el poder
es precisamente eso, la capacidad de decidir, y la primera norma de mi ética
argumentativa prescribe exactamente la lucha por la realización de nuestra
libertad de decisión. La gordita ha mostrado en una frase que Marx tenía razón
en lo esencial, a saber, que antes que las personas deciden las clases, y que
la vida viene predeterminada por esa división; y que la libertad de la gente
vendría sólo con el fin de esa división. Unas y otras revelaban las pequeñas y
decisivas miserias cotidianas del capitalismo; esas que muchos no ven o no
quieren ver hoy porque se consideran superlúcidos que han superado al club de
la inocencia; y no hablo de calamidades del Tercer Mundo que inicia un tercer
milenio que se parece a un primero, sino también a estas de camareras, taxistas
y empresarias, y de la miseria de
aquella señora que en la planta baja del edificio que alberga el consulado
brasileño en Madrid está ocho horas encerrada en una pieza de dos por dos atrás
del ascensor donde nunca llega el sol, y con su uniforme impecable revisa
cartas y se ocupa de cosas de las que nunca nada sabremos; y la de los choferes
de autobús de Madrid que en el 2002 fueron blanco de la ira diaria de la TV en sus dos semanas de huelga
motivadas por el sueño que los duerme al volante cuando están obligados a
trabajar hasta 16 horas al día para redondear un salario razonable; la de los
viajes como sardinas en el tren de cercanías o en los cotidianos
embotellamientos a las puertas de la urbe, a la ida y vuelta del trabajo. Y dos
horas después la TV
mostraba un sorteo de 38 viviendas con bajo alquiler en Alcalá de Henares, la
misma de Cervantes, y una madre entre las mil presentes lloraba de alegría
porque le había tocado a su hijo y otra
se preguntaba qué iba a ser de los suyos porque los trabajos les duran seis
meses, transcurridos los cuales, otros jóvenes, también temporarios, serán
llamados a sustituirlos, con idénticos salarios bajos; ...y tantos otros etcéteras que quizá afloren en
cualquier momento y lugar. Pero como la Biblia suele estar junto al
calefón, el mismo día y casi a la misma hora de los apartamentos de Alcalá, un
rey designado por Franco en 1969 como su sucesor confiere el premio de las
letras a Arthur Miller, por su celo crítico-humanista; y éste lo recibe,
agradecido.
Digo que me acuerdo de Roberto y de que lo que
lo llevó a la lucha armada no fueron las tragedias cotidianas como las antes
reseñadas; sencillamente porque no las conocía. Me dijo que lo que lo animaba
era un sentimiento de justicia que pulsaba contra la descarada desigualdad
entre los que se ahogaban en el lujo y los que ni agua tenían para ahogarse. No
podría imaginar entonces que el mismo día de la camarera y de Arthur Miller la TV española también se haría
eco entusiasmado de la idea surgida entre los paladines de
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